David Bello Gacio, CEO de Ipglobal
Me gusta definir al emprendedor como un buscador constante de oportunidades. Un camino profesional apasionante forjado tanto de conceptos positivos como negativos. El emprendedor tiende a novelar su éxito: “tuve una idea y ahora facturo millones”. Pero en su maleta pesan tanto los aspectos negativos: el sacrificio, el miedo, el estrés; como los positivos: el éxito, el compañerismo, la pasión, la persistencia… Los pros y los contras conviven en un porcentaje muy igualado.
Hay un tercer tipo de equipaje que es el que más puede desequilibrar a un emprendedor: los conceptos desconocidos. Aparecen cuando intentamos buscar financiación para poner en marcha una idea. Son términos como “liquidation preference” o “cláusula de arrastre”. Lenguaje financiero con el que los abogados de un posible inversor están familiarizados, pero su desconocimiento puede hundir una startup.
Lo primero que debe saber un emprendedor es a qué juega. Diferenciar si tiene un autoempleo o un negocio. Tu empresa puede ser rentable y atractiva, pero no ser “invertible”, con lo que su crecimiento está limitado.
Si el negocio tiene progresión, a la empresa le esperan cuatro escenarios posibles de financiación. En el primer escalón para conseguir dinero se situarían las 3F (Family, Friends & Fools). Si no persuades a tu entorno más cercano para que invierta en tu idea, desiste, no podrás convencer a otros. En esta fase se pueden conseguir hasta 100.000 €.
En el segundo escenario, del suelo (el entorno más cercano) pasamos a mirar al cielo. En este escalón se encuentran los Business Angels, empresarios que han tenido éxito y que están dispuestos a asumir riesgos apostando por un proyecto emprendedor porque no les da miedo, ya conocen el sector. Esta fase es idónea para necesidades de financiación de hasta 300.000 €.
El siguiente escalón es el capital riesgo. Una denominación un tanto irónica, ya que estos fondos entran en las empresas cuando están cerca del break even, y el riesgo de inversión ha disminuido. Las inversiones no suelen superar el millón de euros. Para financiaciones superiores tendríamos que recurrir a Venture Capital.
¿Y dónde queda la financiación pública? En muchos casos ligada a la privada. No nos engañemos, lo más cómodo para un emprendedor sería disponer de ayudas públicas. Es la opción que mejor protege su negocio, ya que no tiene que ceder porcentaje accionarial a cambio de inversión. El problema reside en que las administraciones públicas, en muchos casos, condicionan las ayudas para nuevas ideas a la presencia de un inversor privado, con lo que el sueño emprendedor queda atrapado en un círculo vicioso.
Si se opta por fuentes de financiación privada, los Business Angels cuentan con el valor añadido de aportar “capital inteligente”. El “inversor ángel” es un empresario de éxito que se involucra en proyectos empresariales para aportarles no sólo dinero, sino también experiencia y contactos. No teme el riesgo porque conoce el sector en el que va a invertir. Aunque trabajamos para ello, en Galicia se echan en falta inversores con este perfil, dispuestos a arriesgar hasta 300.000 euros en empresas tecnológicas que están despegando, y lo que es más importante: tutelarlas. Se necesita al menos un año para que una nueva empresa “tocada” por la alas del ángel empiece a beneficiarse de su “apadrinamiento”. En ese tiempo es esencial su red de contactos, las visitas que propician con potenciales clientes o la credibilidad que aportan como socio. Un “mecenazgo” muy bien entendido en EEUU, donde lo que más se valora de un Business Angels es su asesoría, no su dinero.
En Silicon Valley, esta figura ha evolucionado tanto que profesionales de éxito se han convertido en “solucionadores” para grandes empresas. Se dedican a encontrar la startup que pueda desarrollar la solución tecnológica que necesita la compañía para la que trabajan. Al emprendedor le asignan un presupuesto y le marcan hitos, si los va cumpliendo, la gran empresa tiene la visión de comprarla antes de que aumente su valor.
Las ideas de los emprendedores se amoldan a las necesidades de los inversores; en España tenemos una idea, la ejecutamos y nos damos de golpes con el mundo para encontrar financiación. Y para ganar esta pelea no hay una fórmula mágica: ni un business plan perfecto, ni un proyecto visionario. Las rondas de financiación se cierran por un conjunto de pequeñas cosas, y cuantos más argumentos lleves en tu mochila, mayor probabilidad de éxito.